El Ingrediente Secreto by Vanessa Montfort

El Ingrediente Secreto by Vanessa Montfort

Author:Vanessa Montfort
Language: es
Format: mobi
ISBN: 9788484339458
Publisher: Algaida Editores, S.A.
Published: 2011-02-15T23:00:00+00:00


Capítulo 13

Dos días después, el 13 de julio, era el gran día. Al Marqués sólo le dijeron que querían que acudiera al estreno del teatro Calderón para ver a Cornelia. Le habían comprado unas entradas en la fila siete de butacas en las que se sentaría con Honorio y con Fernando. No podía estar más nervioso. Cuando llegaron, el teatro estaba boquiabierto, con sus grandes puertas Art Déco engullendo trajes de etiqueta, rasos chillones, casquetes emplumados y estolas de telas espiritosas. Las luces del cartel se derretían sobre la acera y el rostro de Cornelia, dibujado en malvas, provocó al Marqués un escalofrió que estuvo a punto de derivar en mareo. Uno de los porteros, vestido de rojos y galones, les pidió sus entradas. Ya en el vestíbulo, advirtieron que el ambiente no era el mismo de otros estrenos. Unos guardias de asalto paseaban por el edificio y todo el mundo parecía hablar en un medio susurro. El tema no podía ser otro: el diputado conservador Calvo Sotelo había sido asesinado esa misma mañana. El Marqués decía que el periódicoYa aseguraba que podría declararse el estado de excepción y la ciudad entera estaba tomada por la policía.

—¿Y si suspenden la función? —masculló el Marqués a Fernando, a punto de cabalgar a lomos de uno de sus ataques de pánico—. Lo que hayáis preparado puede irse al traste, así que mejor me lo decís, yo creo que no va a poder ser, mira, hay guardias por todas partes. Quizás es más seguro que nos sentemos arriba, ya sabéis, por si se monta algún lío...

Fernando y Honorio se miraron con complicidad. No, esta vez vería el espectáculo desde la fila siete porque Cornelia, a esas horas, ya habría leído una nota que colgaba de una rosa roja donde se le decía en qué asiento estaría su pretendiente. Luego se la invitaba a seguir el rastro de las rosas para cenar en un restaurante muy exclusivo de la ciudad.

Cuando se sentaron, el Marqués se quedó rígido como una estaca, con su mano huesuda apoyada en la boca, como si tratara de parar el temblor que se había instalado en sus labios. Fernando observó su mano gastada, el solitario cuadrado y rojo que brillaba en su dedo índice, su bigote canoso y largo, y su mirada escarchada. No era un hombre guapo, desde luego, pero transmitía una serenidad en sus movimientos de felino experto, que hacían que no pudieras apartar la vista de él. Honorio se abanicaba sofocado con el programa, qué calor, esperaba que los demás estuvieran en sus puestos, porque no había podido hablar con nadie desde la tarde anterior. Fernando apenas le escuchó, emborrachado como estaba de tantas emociones. También él estaba esperando que se abriera el telón, porque en algún lugar del escenario, detrás de Cornelia, probablemente la tercera chica contando desde la izquierda, le parecería una virgen rural desubicada entre mortales, un trozo de campo vestido de ciudad. Sabía que iba a ver a Concha y tenía que hablar



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